Disgregatio XIV: "CONSUELO"

Sí, le he cambiado el título y la he reescrito. Me gusta más así.

Cada mañana, mientras miraba fijamente el lavabo, la punzada nacida en el estómago ascendía atravesándole el pecho para detenerse en su garganta, donde le producía un intenso dolor que casi le dejaba sin respiración. Entonces cerraba los ojos para tomar aire, como si la bocanada de oxígeno y otros gases nobles fuese remedio contra la angustia. Imaginaba que, cuando alzase los párpados, de nuevo hallaría sobre la superficie de loza algo distinto a las caprichosas manchas dejadas por la cal disuelta en el agua.
De este modo fueron transcurriendo semanas silenciosas y llenas de ausencia hasta que, harto de añorar, decidió tomar medidas. Sentado frente a la pantalla del ordenador navegó por la red, saltando de página en página y, a golpe de clic, encontró solución a su deseo.


Sintió la alegre emoción de un niño con la llegada del cartero. Observó durante horas la caja preñada con el mayor de los tesoros. Al arrancar la cinta del embalaje un ténue temblor le recorrió las manos. Levantó la tapa y sonrió tras sacar de la panza de cartón una peluca de cabello natural, largo y negro, que encajó con mimo en su soporte de corcho.
Ceremonioso, llevó la cabeza peluda hasta el baño, se acercó al lavamanos y cepilló enérgicamente la melena.  Cuando un buen puñado de pelos se desperdigó sobre la pila, suspiró aliviado.

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